-Febrero, 2019
Este año me propuse a no temer por mi presente y enfocarme en vivir mi día a día y ojo que me refiero a cualquier aspecto de la vida, específicamente a dejar de temer por un pasado que sigue estando presente cada día.
Y es que tal vez no pueda tener “coherencia” pero les explico: nosotros permitimos qué cosas de nuestro pasado llevamos a nuestro presente y qué cosas las dejamos en donde pertenecen, en el pasado. Por otro lado, es inevitable pensar que habrán cosas del pasado que nos tocarán batallar en el presente pero es importante saber cómo hacerlo.
Este año inicié con la mentalidad de hablar de lo que me daba miedo o simplemente vergüenza. Siendo honesta, aún me da un poco de miedo hacerlo porque siento que no estoy lista como quisiera estarlo, pero si no lo hago ahora, el tiempo seguirá pasando, la misma excusa se mantendrá y entonces nunca lo haré. La vergüenza de una situación en donde pensás que “fracasaste”, que te equivocaste o que las cosas no salieron como querías, será un poco difícil de “enfrentar” ante un círculo de personas egoístas y envidiosas que siempre te van a querer ver mal, que no van a querer que te vaya mejor que a ellos y que te van a juzgar por cómo estás superando lo que te pasó.
Por otro lado, la vergüenza de esa situación en donde pensás que fracasaste, que te equivocaste o que las cosas no salieron como querías, será más fácil enfrentarlas con las personas correctas a tu lado. Personas que siempre han estado y estará para ti, que NO te van a juzgar, que te van a apoyar y que no te tacharan por lo que pasó.
Con esta publicación me estoy retando a mí misma a vencer ese miedo del que hablo y mi manera de hacerlo es escribiendo.
Aquí voy… hace un año y tal vez unas cuantas semanas, comencé un blog llamado “me casé joven”. Tenía tanta ilusión de compartir mi experiencia de haber dado ese gran paso a una edad relativamente joven (23 años), de ese sueño que tuve desde que tengo memoria, de compartir experiencias personales y ajenas de cómo era un “matrimonio joven”. Publiqué pensamientos, anécdotas, experiencias y me quedé en PAUSA cuando me tocó escribir de divorcios en matrimonios jóvenes. Recuerdo que publiqué que habían 3 o 4 razones principales por las que había divorcios.
Honestamente, me pareció muy interesante indagar y conocer de las causas y los “por qué” de cada razón. Publiqué algunos temas y otros ya no. Cuando comencé a escribir de estos temas y me tocó entrevistar a personas con casos reales, me quedé sin palabras para contarles lo que era pasar por un proceso difícil como lo es el divorcio.
Pasaron muchos meses y seguía pensando en eso porque por dentro, era uno de mis mayores temores: divorciarme. Tal vez se preguntarán: ¿por qué tenía ese miedo si llevaba poco tiempo casada? y tengo 2 respuestas que se las comparto sin miedo alguno:
- tenía la idea y me había aferrado mucho a pensar que uno solo se casa una vez en la vida y que el matrimonio es para siempre
- tenía problemas en mi matrimonio y no los hablaba con nadie.
No creo en las casualidades. Un día, una amiga me invitó a un grupo de mujeres en donde hablaron de la susceptibilidad. Lo único que nos pidieron para ese tiempo entre mujeres era: honestidad, respeto a lo que íbamos a escuchar y sobre todo, no contar nada de lo que las demás iban a decir. Yo iba muy cargada porque no estaba teniendo el mejor de los tiempos, según yo, era la única a la que le estaba yendo mal por la vida y que equivocada estaba.
Hicimos una actividad en donde nos sentamos en ruedita y solo para que se den una idea, el objetivo era no sentarte ni estar rodeada de personas que conoces y efectivamente, yo no conocía a nadie. En un momento sentí miedo porque mi amiga no estaba a mi lado, no sabía con quiénes estaba y en fin… me atacó el miedo de ser susceptible con personas que no conozco y me atacó la vergüenza de: “¿qué van a pensar o decir de mi?”.
En esta actividad nos tocó hablar de todo un poco, hicieron preguntas como: ¿qué te gusta de ti?, ¿qué te ha marcado en la vida?, ¿qué te ha lastimado?, ¿cuál ha sido tu mayor aprendizaje?, etc… cuando de repente preguntaron: ¿cuál es tu mayor miedo? y yo con el corazón a mil por hora, pensando en responder o no, levanté mi mano y dije: divorciarme (comencé a llorar).
Nadie me vio mal, nadie me juzgó y nadie me preguntó nada. Me sentí tranquila. Ciertamente llevaba ese miedo conmigo misma porque aparte que no lo hablaba con nadie, muy dentro de mí, sabía que mi matrimonio estaba en la cúspide y no sabía qué hacer, ni a quién acudir.
Al finalizar este grupo, nos dieron una rosa que decía: ¿qué es más vulnerable que una rosa?
Ser susceptible no tiene nada de malo cuando:
- somos vulnerables con Dios
- somos vulnerables con nosotras mismas
- somos vulnerables con alguien más, pero haciéndolo con sabiduría
Es importante saber que somos vulnerables cuando:
- nos da miedo mostrarnos como realmente somos
- cuando nos preocupamos por el qué dirán los demás
- dudamos de nosotras mismas
- no aceptamos algo de nuestro cuerpo y así muchas cosas más….
Al salir de ese grupo, sentí que había recargado energías y me quedé con el pensamiento de “Ale, no tengas miedo a expresar tus sentimientos” (a la fecha me cuesta porque debo saber con quién hacerlo y con quién no porque hay que tener presente que, aunque alguien te escucha y “se preocupa”, puede no hacerlo con la mejor intención) y CUIDADO con eso.
Unos cuantos días después de esto, mi matrimonio se acabó. Se me vino el mundo abajo, literal. Sentí muchas emociones que aún no describen cómo me sentí y cómo ha sido este proceso. ¿Qué hice en ese momento?, lloré todo lo que mis ojos no habían hecho a lo largo de mis 25 años, le pedí a Dios que se quedara más cerca de mí y pensé mucho en cómo lo iba a enfrentar (especialmente con mi núcleo familiar: papas y hermanos). ¿Qué hice después? cerré mis redes sociales, me aislé de mi familia y amigos y traté de no salir o simplemente no ver a nadie porque no quería que preguntaran por él. -NO fue lo mejor que pude haber hecho, pero esa fue mi manera de reaccionar-
Ahora, un miedo más a enfrentar: la aceptación de lo que estaba ocurriendo y la manera en la que iba a llevar la situación.
¿Qué me lleva a escribir esto?
Siento en mi corazón que mi llamado en esta vida tiene que ver con el amor y puede que pienses que estoy loca porque no he tenido la “mejor experiencia”, porque no he vivido lo “suficiente”, pero a diferencia de lo que crees, todo lo que me ha sucedido en tan pocos años de vida, me han hecho crecer mucho y valorar cada etapa sacando el mejor aprendizaje que pueda (sin importar que no me haya ido como yo anhelaba). No porque haya “fracasado” en mi matrimonio significa que haya dejado de creer en el amor. Al contrario, no se imaginan lo mucho que he aprendido de la voluntad de Dios, de aceptar y de dar gracias porque sin importar cuánto haya dolido, cuánto aún duele y cuántas dudas tengo, Él nunca me dejó. Su respuesta siempre fue: “no temas porque yo estoy contigo, te amo y no te voy a dejar”. Su presencia estuvo más cerca que nunca, su amor fue indescriptible y aunque a veces le diga que no comprendo la situación y que no aguanto lo que llevo dentro, el no deja de consolarme y decirme que todo es parte de su plan perfecto.
Todo esto no me ha impedido dejar de orar y de pedirle ahora con más fuerza y amor a Dios por esa persona que tiene para mí, porque me pongo a pensar que, si amé mucho a la persona equivocada, no puedo imaginar cuánto más voy a llegar a amar a la correcta. Ahora más que nunca anhelo formar una familia y ser mamá. Ahora más que nunca quiero conocer el plan perfecto de Dios que, aunque no lo veo y entiendo ahora, estoy convencida que en el tiempo de Él, podré decir: WOW, SI QUE VALIÓ LA PENA.
Te pregunto dos cosas:
¿Hay algo que te de miedo enfrentar por el qué dirán los demás?
¿Hay algún tema del que te avergüence hablar por temor a las preguntas que puedan surgir de los demás?
Hace unos días me enfrenté con una situación un poco incómoda porque casualmente unas personas me preguntaron por mi matrimonio y aunque no me molestó que lo hayan hecho, no supe qué decir. Me molesté conmigo misma porque como mencioné al inicio, este año me propuse a dejar el miedo y la vergüenza por un lado; pero en ese momento no dije nada por lo mismo, por vergüenza. Pero no pasa nada, hasta de eso aprendo. Y bueno, esto que recién me pasó, me llevó al siguiente pensamiento…
Ale, no tienes por qué avergonzarte de algo que ya pasó. No tienes por qué avergonzarte de una situación que NO define tu vida, de una circunstancia que NO define tu presente y menos tu futuro, de algo que le pudo haber pasado a cualquier otra persona pero que te tocó a ti y que ahora tienes que sacarle el mejor provecho y compartir el mayor aprendizaje de tu vida. Que no te avergüence haber caído porque sin importar cuán duro fue el golpe, te levantaste y decidiste avanzar.
Si tú estás pasando por una situación difícil, permíteme decirte lo siguiente: no te avergüences por eso que estás viviendo, al contrario, úsalo como lo mejor que te pudo haber pasado y no calles porque puedes ser el ejemplo que alguien más está buscando. Aprende a vivir con tu situación de la mejor manera, sé agradecido, no dejes de creer que todo pasa por una razón y jamás olvides que Dios siempre está para ti.