-2 de abril, 2020
Hoy, domingo de resurrección, escuché una prédica que me recordó que tenía este blog como un “borrador” que debía terminar y publicar.
Tengo en mi corazón escribir acerca de regresar a casa después de haberte ido.
¿No te ha pasado? A mí sí.
Siempre es más fácil irse que regresar (de cualquier circunstancia).
Hay muchos sentimientos cuando uno regresa a casa: vergüenza, miedo, tristeza, rechazo y uno de los más fuertes: ser juzgado.
Quiero abrir mi corazón contigo y contarte lo siguiente: me ha tocado regresar a casa muchas veces pero hoy te quiero contar DOS que han marcado mi vida:
1. DIOS:
Me he alejado de Dios muchas veces y no porque lo decida, sino porque a veces en momentos de desesperación, frustración, tristeza y enojo, me he dejado vencer por las emociones y los sentimientos.
Me he alejado, he dejado de orar, de ir a la iglesia , de darle gracias por lo que tengo y así muchas cosas más. Sin embargo, JAMÁS he dejado de creer en Él y de saber que me ama.
Que injusta he sido, lo reconozco y no me avergüenza porque me ha dado la oportunidad de reflexionar en mis actitudes y tratar de mejorar cada día.
Él NUNCA me ha abandonado, dejado de proteger, de amar y de proveerme de todo: vida, amor, familia, comida, techo, trabajo, etc…
Claro, soy humana y aunque me he arrepentido de estar lejos de Él, reflexiono en que Él nunca se ha ido a pesar de que yo me he alejado. Él siempre ha estado esperando que regrese a casa, a sus brazos.
Él siempre ha estado esperándome en casa.
Me ha esperado con los brazos abiertos, con amor profundo y sin reclamarme nada cada vez que regreso.
Me he preguntado: ¿por qué me castigo recordando los motivos o las razones por las que me he alejado cuando Él ya lo ha olvidado?
Así es Él.
Regresar a casa con Dios ha sido de las decisiones más seguras e importantes que he tomado. No soy perfecta y tampoco estoy cerca de serlo.
Regresar a casa sabiendo que alguien te ha amado aun cuando le has fallado, es el reto más grande que he sentido porque me hace querer ser mejor persona.
2. HOGAR:
Pasé un tiempo fuera de casa, de mis papás. Comencé a llevar otro “estilo” de vida. Comencé a ser más independiente y me sentía feliz. Claro, visitaba a mis papas y todo, pero cuando te vas de casa, ya te acostumbras a lo que tienes, has construido o formado. Estás ilusionad@, tus prioridades cambian y tus visitas con ellos ya no son las mismas, pero aun así, tus papas siempre te reciben con amor.
NO ES CANTIDAD, ES CALIDAD.
Hace casi dos años regresé a vivir con mis papás. Antes de tomar la decisión de regresar (no sabía si era con ellos o no), me pasaron mil cosas por la mente y no digamos por el corazón.
Tenía mucho miedo. Sentí que había fracaso por no lograr lo que algún día con mucha ilusión comencé.
Hablé con ellos y me dijeron que su casa seguía siendo mía y que mi cuarto ahí seguía.
Todo lo que antes se me había cruzado por la mente eran miedos propios que sentía y de los cuales, mi familia jamás sintió y/o pensó lo mismo. Al contrario, estaban orgullosos de mi, de lo que había logrado sin importar que no haya salido como yo lo había planeado.
Regresé a casa.
Como decía al inicio, el regreso a casa siempre es más difícil que la razón por la que te fuiste, obviamente.
En cualquiera de los escenarios, hay muchos sentimientos involucrados, como: tristeza, decepción, miedo y tal vez un poco de frustración porque las cosas no salieron como tu querías pero déjame decirte que si algo he comprendido es que el regreso a casa siempre será lo mejor que puedas hacer. Regresas a un lugar seguro.
Cuando no te juzgan y te apoyan, cuando te aman y no te critican, cuando te estrechan la mano y no te dan la espalda, cuando siguen ahí a pesar de que te has ido; es cuando verdaderamente estás en el lugar indicado.
Mi regreso a casa con Dios ha sido el mejor camino que he podido recorrer.
Mi regreso a casa con mi familia ha sido la bendición más grande que he tenido porque me ha dado la dicha de compartir más con ellos, de hablar, de reír, de recordar y de apoyarme en sus hombros.
En ambos escenarios mi regreso a casa ha sido sin ser juzgada.
Mi regreso a casa ha sido sintiéndome más amada que nunca.
Mi regreso a casa ha sido la lección más grande de la que cada día aprendo algo nuevo.
Yo soy creyente de un Dios que me ha salvado la vida de muchas maneras, de un Dios que dio su vida por mí, que perdona mis pecados y me ama sin importar cuantas veces me he alejado.
Lo he sentido muy cerca y me ha manifestado su amor de muchas maneras.
Hoy, quiero aprovechar a recordarte lo mucho que te ama y si en algún momento te has sentido “no merecedor / merecedora” de su amor, estás equivocad@ porque sin importar lo que hagas, Él siempre ha estado ahí.
La diferencia es que Él es un caballero y respeta tus decisiones.
Él jamás se ha ido y nunca lo hará.
No te juzgues, no te castigues y no te culpes por lo que ha pasado. No alimentes tus miedos.
Regresa a casa, recuerda que siempre habrá alguien que te estará esperando con los brazos abiertos.