-11 de octubre, 2017
Tu cabello blanco y gris, la perfecta combinación.
Tu gorra gris, a veces por un lado como te gustaba.
Tus lentes oscuros puestos en tus ojos color miel para ver a Cantinflas o para ver box.
Tu café de cereales siempre a tu derecha.
Tu aroma tan peculiar, tu sonrisa tan dulce y tu mirada tan fija.
No ha pasado mucho tiempo, pero siento que ya debes de regresar a casa, ¡te extraño!
No hay explicación ni sentimiento que pueda describir lo que siento, lo que pienso y sobre todo, lo mucho que te extraño.
Antes de emprender este viaje tan largo, todo era tan corto.
Los momentos, las horas, los días, las sonrisas, los recuerdos, las risas, las palabras y las bromas.
Tan corto como el segundo que ya pasó, tan corto como un suspiro y tan corto como un abrir y cerrar de ojos.
Tan corto que ahora quisiera extenderlo todo.
Los momentos, las horas, los días, las sonrisas, los recuerdos, las risas, las palabras y las bromas.
Extenderlo tanto hasta llegar al límite que los segundos no pasen, que los minutos sean días, los días años y los años una eternidad.
Abuelito, ¿qué te puedo decir?
Muchas cosas la verdad, pero quisiera resumir todo esto en: momentos.
Momentos que pasan en el presente y luego se vuelve pasado y para siempre un recuerdo.
Recuerdo que siempre prevalecerá en mi memoria, en mi corazón y en mi vida.
Vida que espero mis hijos puedan disfrutar lo mismo que yo en mi niñez.
Niñez en la que siempre estuviste presente.
Presente que recuerdo hoy y prometo no olvidar.
Abuelito, comprendo que llegó tu tiempo.
Tiempo que Dios ya tenía planeado para llevarte a su lado.
Lado tan privilegiado el tuyo de estar en paz, sin sufrimiento y con vida eterna.
Gozo el nuestro el saber que la voz de Dios la escuchamos todos, principalmente tú.
Admiro hasta tu último momento.
Momento en el que recibías a todas las personas que llegaban a orar por ti, siempre con tanto respeto.
Respeto que siempre guardaste al quitarte la gorra para orar.
¿Y cómo olvidar tus manos extendidas?
Aunque tus ojitos estuvieran cerrados, tu mano se la extendiste a todo aquel que te llegó a ver.
Verte en esta etapa fue duro, no por la condición en la que estabas porque a pesar de todo, siempre fuiste roca fuerte y firme.
Fue duro porque yo sabía que ese momento estaba por venir y a pesar de que lo tenía presente, me tomó por sorpresa saber lo rápido que fue pero, ¿sabes? Dios es tan lindo que nos permitió a todos despedirnos, orar por ti y recordarte lo mucho que cada uno te amamos.
Podría continuar, pero a veces las palabras se acaban y las lágrimas comienzan a brotar.
Brotar desde lo más profundo del corazón.
Corazón que, aunque ya dejó de latir, deja un gran amor en cada uno de nosotros.
Mis últimas palabras en vida para ti fueron: gracias por ser mi papá abuelito, por estar en cada memoria que tengo de mi infancia. Gracias por llegar a la meta y enseñarnos muchas cosas, sos un campeón. Te amo y quiero que sepas que todos tus nietos te amamos. Has sido un gran ejemplo de persona, de hombre, de esposo, de papá, de hermano, de suegro y de abuelito. Estarás por siempre en nuestros corazones abuelito. Te amo mucho y te deseo una feliz noche, que descanses. Hasta mañana.
“Mañana” diferente y llena de sentimientos.
Sentimientos que trascienden y te dejan la mente en blanco pero el corazón con muchos sentimientos.
Sentimientos profundos y fuertes, pero a la vez, sentimientos reconfortantes al saber que fuiste llamado por Él y que GRAN privilegio.
Tu cuerpo no está muerto, tu cuerpo descansa para cuando llegue ese momento tan esperado: “y los muertos en Cristo resucitarán primero”.
TE AMO ABUELITO.
Me haces mucha falta, pero espero que nos encontremos en el cielo, contigo y mi abuelita.
Las despedidas duelen mucho, pero este es un HASTA PRONTO Abuelito. Cuida de mí, sé mi ángel y no me olvides.
“No estén tristes por mí, ya descanso y me encuentro con mi Señor”.